Belmez de la Moraleda es uno de esos destinos imprescindibles para los amantes de los misterios..
La fama de la pequeña localidad jienense trascendió mundialmente desde que en 1971 una vecina, María Gómez, asegurara haber descubierto una cara misteriosa en el suelo de su cocina. No sería la única..
Ante la extrañeza de lo que sucedía informó inmediatamente a su familia y vecinos que a su vez trasmitieron la noticia al resto de los habitantes del pueblo.
La gente comentaba que era una «manifestación» de Cristo. A pesar de la benéfica interpretación, la familia decidió deshacerse de ella destruyéndola.
En el mes de septiembre de ese mismo año una nueva figura aparece en su domicilio. Esta vez deciden conservarla, extrayéndola del lugar de donde emergió y protegiéndola con un cristal, a forma de cuadro.
Poco después, las caras se multiplicarían por los suelos y paredes de la casa, y el número de turistas y curiosos al lugar de los hechos fue en aumento.
Para obtener resultados definitivos, el investigador Germán de Argumosa solicitó que la «sala de las caras» fuera sellada durante algún tiempo para comprobar la evolución del fenómeno.
Nadie entró en la cocina durante los tres meses que estuvo sometida al experimento. Se encargó de levantar acta del procedimiento el notario de Huelma Antonio Fernández Luque (1972).
Se pudo comprobar que 16 caras nuevas aparecieron durante ese periodo, y así se constató. Esto colmó los límites de tolerancia del régimen, que amenazó con una carta al alcalde instándolo a que acabase con aquello, ya que consentirlo era «no ser adepto al régimen de Franco».
Años más tarde, la revista Enigmas, dirigida por Fernando Jiménez del Oso, volvió a sacar a luz las misteriosas caras. De nuevo regresaron los curiosos, y la casa, una vez más, abrió sus puertas a los amantes de los sucesos parapsicológicos..
María Gómez, enferma de asma, soportó estoicamente la continua avalancha de visitantes. Se llegó a decir que era la que generaba, con la fuerza de su mente.
Sin embargo, tras la muerte de Doña María se han conservado algunas caras, aunque parece que el fenómeno se apaga lentamente, y como María comentaba, se hace realidad eso de que «se llevaría las caras al morir»..
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