Naqsh-e Rustam es uno de los lugares más espectaculares e imponentes del antiguo Imperio Aqueménida, formado por las colosales tumbas de los reyes persas que se remontan hasta el primer milenio a. C.
Naqsh-e Rustam se mantiene en pie, como recuerdo permanente de lo que antaño fue un poderoso imperio que dominó una parte significativa del mundo antiguo.
Naqsh-e Rustam (cuyo significado es el Trono de Rustam) se localiza a 5 kilómetros (3 millas), aproximadamente, al noroeste de Persépolis, la capital del antiguo Imperio Aqueménida (persa). Excavado sobre la fachada de una sierra considerada sagrada en la época Elamita consta de las tumbas talladas en la roca de los reyes de la Dinastía Aqueménida y de sus familias, datadas en los siglos IV y V a. C., así como de relieves lujosamente decorados tallados por los Sasánidas en el siglo III d. C. Además de ser una necrópolis real, Naqsh-e Rustam se convirtió en el principal centro ceremonial para los sasánidas hasta el siglo VII d. C.
Naqsh-e Rustam es un lugar que ya fue empleado antes de la llegada de los aqueménidas, como evidencian un relieve pre-aqueménida (posiblemente elamita) y un gran número de viejas tumbas. Aunque este relieve haya sido tallado sobre otro relieve sasánida, todavía puede distinguirse sobre el extremo derecho posterior del relieve el retrato de un hombre, con un sombrero cuya punta señala hacia delante y una vestimenta larga parecida a un vestido (sin vestir los típicos ropajes aqueménidas o sasánidas). Según algunas fuentes, esta figura habría sido asociada por el pueblo con Shahnameh, el héroe mítico de las escrituras de » el libro de los reyes «, llamado Rustam, de ahí el nombre de este lugar.
La mayor parte de los relieves, sin embargo, datan de los primeros años del período sasánida. En el siglo III d. C., los sasánidas, vasallos del Imperio Parto que acabaron por derrocar a sus señores, eran un nuevo poder que se alzaba en oriente. Para legitimar su gobierno, los sasánidas procuraron vincularse con el antiguo Imperio Aqueménida (persa), y se consideraron como sus sucesores directos. Una de las cosas que hicieron para alcanzar este objetivo fue tallar relieves en Naqsh-e Rustam.
Las tumbas de Naqsh-e Rustam, que parecen cruces, pertenecieron a la familia real aqueménida, y fue esto lo que atrajo a los sasánidas al lugar. Estas tumbas son cámaras funerarias talladas en la pared de roca de una colina y cada una contenía un sarcófago. Sin embargo, aún se duda sobre si los cuerpos fueron colocados directamente en estos sarcófagos o si antes fueron expuestos en ‘una torre de silencio’. Además, se cree que todas las tumbas fueron saqueadas y profanadas tras la invasión de Alejandro Magno en el siglo IV a. C.
Una de las tumbas pertenece a Darío I, tercer rey del Imperio Aqueménida, según aparece escrito sobre la identificación trilingüe en el exterior del sepulcro. Encima de la fachada en cruz de la tumba de Darío se ubica un panel con un relieve. El relieve representa a Darío, con las manos levantadas en un claro gesto de adoración, de pie sobre un pedestal con tres escalones, delante de un altar. La piedad del rey le concede la protección divina, como refleja el disco alado de Ahuramazda (el dios de la fe Zoroástrica), flotando sobre su cabeza. El relieve también proclama la fuerza del Imperio Aqueménida, puesto que toda la escena se apoya sobre portadores de trono que representan las 28 naciones bajo el Imperio.
Las otras tres tumbas de Naqsh-e Rustam son las de los sucesores de Darío, Jerjes I (486-465 a. C.), Artajerjes I (465-424 a. C.) y Darío II (423-404 a. C.). Esto está basado en el hecho de que la disposición de estas tumbas está copiada de la de la tumba de Darío. Sin ningún tipo de inscripción ni pruebas adicionales, las identidades de los propietarios de dichas tumbas son mera especulación. Otras tumbas reales, de forma similar, pueden ser encontradas en Persépolis. Estas tumbas, talladas en la vertiente rocosa de Kuh-i-Rahmat, se piensa que pertenecen a los últimos reyes Aqueménidas, manifestándose en ellas la gran influencia ejercida por las sepulturas de Naqsh-e Rustam.
Después de la caída del Imperio Aqueménida, no se construyeron más tumbas en Naqsh-e Rustam. Como mencionamos más arriba, los sasánidas intentaron vincularse a los aqueménidas mediante relieves tallados sobre las paredes de roca de Naqsh-e Rustam. Los temas de los relieves son variados y fueron tallados entre los siglos III y IV d. C. por diferentes gobernantes sasánidas. Uno de los relieves más famosos es el de la victoria de Shapur I sobre los emperadores romanos Gordiano III, Valeriano y Felipe el árabe. Otros relieves incluyen la investidura de Ardashir I (el primer relieve tallado en el lugar) y el relieve ecuestre de Hormizd II (el último en ser tallado).
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