Proponen enviar minisondas con organismos a bordo para acelerar la evolución en otros mundos fuera del Sistema Solar.
Miles de planetas extrasolares ya han sido localizados, de los cuales unos cuarenta tipo terrestre son potencialmente habitables. Los astrónomos sueñan con encontrar un mundo gemelo de la Tierra que pueda albergar vida. Pero, una vez hallado y, si no está tan lejos que sea imposible llegar hasta allí en un plazo razonable, ¿qué haríamos? Si el lugar reúne las condiciones, ¿podríamos llevar alguna forma de vida fuera de nuestro Sistema Solar y establecerla allí? Suena a película de ciencia ficción, pero el físico Claudio Gros, del Instituto de Física Teórica de la Universidad Johann Wolfgang Goethe en Frankfurt (Alemania), cree que es posible. Lo llaman «Proyecto Génesis».
La búsqueda de exoplanetas ha demostrado que existen mundos muy diferentes. «Por tanto, es seguro que vamos a descubrir un gran número de exoplanetas habitables de forma intermitente, pero no de forma permanente. La vida sería realmente posible en estos planetas, pero no tendría el tiempo para crecer y desarrollarse de manera independiente», explica Gros. En este contexto, ha investigado si sería posible dar vida a los planetas con una habitabilidad transitoria.
Desde un punto de vista técnico, según el investigador, la misión Génesis ya se podría lograr en unas pocas décadas, con la ayuda de una micronave espacial interestelar no tripulada que podría ser tanto acelerada como frenada de forma pasiva. A su llegada, un laboratorio de genes automatizado a bordo de la sonda podría sintetizar una selección de organismos unicelulares con el objetivo de establecer una ecosfera en el planeta de destino. Los microbios y otros organismos podrían desarrollarse posteriormente de forma autónoma y, posiblemente, también en formas de vida complejas.
«De esta manera, podríamos saltar los aproximadamente 4.000 millones de años que fueron necesarios en la Tierra para llegar a la etapa de desarrollo del Precámbrico, del cual el mundo animal se desarrolló hace 500 millones de años», dice Gros. Con el fin de no poner en peligro cualquier tipo de vida que ya pudiera estar presente, las sondas Génesis solamente se dirigirían a exoplanetas deshabitados.
Las escalas de tiempo para el desarrollo posterior geoevolutivo del planeta de destino se encuentran en el rango de entre unas pocas decenas de millones y cien millones de años. Por lo tanto, el proyecto Génesis no tiene ningún beneficio directo para los habitantes de la Tierra. «Sin embargo, nos permitiría devolver algo a la vida», dice Gros. En este contexto, también se discute si deberían esperarse incompatibilidades biológicas en el caso de que la colonización de una segunda Tierra se desarrollara completamente en términos de evolución». «En este momento, eso parece muy poco probable», dice el físico.
Cuál sería el planeta objetivo de la misión y cómo se transportaría el laboratorio de genes todavía está por ver, pero quizás la respuesta no tarde mucho en llegar. Hace pocos meses, el astrofísico Stephen Hawking presentaba un ambicioso proyecto para enviar una mini sonda espacial al sistema estelar más cercano al nuestro, Alfa Centauri, a 4,37 años luz, en tan solo dos décadas. La finalidad de la iniciativa era buscar vida fuera de la Tierra, pero si la tecnología tiene éxito quizás sirva de ejemplo para otras naves similares. En cuanto al lugar donde dirigirnos posiblemente sea un misterio durante mucho tiempo, pero puede que esté más cerca de lo que creemos. Un equipo internacional de científicos, entre ellos algunos españoles, anunciaba recientemente el descubrimiento de Próxima b, un planeta potencialmente habitable en la órbita de la estrella Próxima Centauri, la más cercana al Sistema Solar, a poco más de cuatro años luz, y que se encuentra cerca del sistema ambicionado por Hawking (algunos consideran que forma parte del mismo).
La investigación de Gros se publica en la revista Astrophysics and Space Science y puedes leerla en el archivo para la prepublicación de artículos científicos Arxiv.org
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