¿Guerreros del Cosmos, extraterrestres, o gigantes?
¿Que representan estas figuras? Y por encima de todos estos enigmas, el misterioso pueblo tolteca, del que nadie conoce con certeza sus orígenes, ni tampoco las razones de su súbita desaparición..
Algunas hipótesis sitúan a sus moradores como herederos de la mítica Atlántida, y justifican en este origen los sorprendentes conocimientos de este pueblo que parece surgido por generación espontánea.
Entre otros, el historiador George Vaillant indica que los toltecas fueron un pueblo errante que, bajo la dirección del sacerdote-astrólogo Huémac (del que se dice vivió trescientos años), fundaron la ciudad de Tula. Posiblemente este grupo de toltecas fueron desterrados o tuvieron que huir por motivos desconocidos de su patria original, Huehuetlapallan, ubicada en el más mítico que histórico reino de Tolan, de localización imprecisa. Cuentan que vagaron durante 104 años hasta llegar a Tollantzinco, una zona fértil al norte de lo que es hoy la ciudad de México.
Tampoco se conocen los motivos por los que poco después abandonaron este rico territorio y se retiraron hacia la ciudad de Tula, asentamiento de los atlantes. Estos enigmáticos toltecas ya fueron una leyenda para los aztecas, quienes los describieron como «hombres especiales, altos y conocedores de las cosas ocultas», los primeros habitantes de esta tierra después de que el mundo ya se hubiese destruido cuatro veces.
Determinar cuál es el verdadero significado de las figuras conocidas como atlantes, no resulta sencillo. No es mucho lo que queda de la patria de estas colosales esculturas, si exceptuamos ese aluvión de figuras de jaguares y coyotes, águilas que devoran corazones (como las que aparecen en el templo de Tlahuizcalpantecuhtli) y serpientes que engullen esqueletos humanos. Y coronando tan sombrío panorama, se alzan las orgullosas figuras de estos guerreros, objeto de adoración de grupos ocultistas de todos los tiempos, guardianes de piedra que en su apogeo sustentaron un templo ya desaparecido.
Para los partidarios de la hipótesis de un pasado en que la raza humana convivió con civilizaciones extraterrestres, los atlantes son una prueba. Cada parte de su atuendo ha sido interpretado como los accesorios técnicos de visitantes de otros mundos: el pectoral en el
pecho ha sido identificado como una especie de aparato que les permitía respirar en nuestra atmósfera; el arma de su mano izquierda como un instrumento láser; y sus facciones hieráticas y su descomunal estatura, como signos de su pertenencia a una raza desconocida. Y no faltan quienes afirman que no se trata de extraterrestres, sino de esos gigantes con cualidades divinas que los libros sagrados recogen que nos visitaron en un tiempo remoto.
Otros han visto simplemente en ellos a la representación de los guerreros «nahuas», con su vestido militar y su atlas o lanza-dardos, un arma esencial que les proporcionó el dominio sobre los pueblos guerreros de la lanza del altiplano y del Sur.
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