(The Livingston UFO Assault – 1979) También conocido como el «encuentro en los bosques de Dechmont» es uno de los casos más raros del Reino Unido.
Aproximadamente a las diez y cuarto de la mañana del viernes 9 de noviembre de 1979, Robert Taylor, de 61 años, guardabosques y habitante de Livingston, Escocia, se topó con un ovni y unos seres de naturaleza muy extraña.
Acompañado de su perro, Taylor se dirigía en su furgoneta a examinar unos árboles jóvenes del bosque, situados en una zona cercana a la autopista M8, que comunica Edimburgo con Glasgow. Detuvo la furgoneta y se encaminó al lugar que quería inspeccionar. Cuando levantó la vista se quedó atónito ante lo que veía: en el claro había un objeto flotando en el aire, encima de él.
El objeto medía unos 6 m de ancho por 3,65 de alto; era casi esférico, pero tenía un reborde parecido al ala de un sombrero. De ese borde salían hacia arriba lo que parecían unas hélices inmóviles. Por detrás, y en el cuerpo principal del objeto, se veía el perfil de unas portillas, o por lo menos un trozo de un color diferente. El objeto era más oscuro en la parte de debajo del borde, y al testigo le dio la sensación de que quizá estuviera intentando camuflarse creando una especie de niebla. El señor Taylor no estaba seguro de si el objeto era transparente o reflectante, pero le pareció que su color normal era de un gris apagado, y que tenía la textura del papel de lija. Pero las verdaderas sorpresas todavía no habían llegado…
Unos segundos después de haber divisado el objeto, dos pequeñas esferas apoyadas sobre unas puntas salieron de su interior o de debajo, y avanzaron balanceándose hacia donde estaba Taylor. Medían unos 90 cm de ancho y eran de un gris apagado, como el del cuerpo de la nave. Cuando llegaron hasta él, cada una de las esferas se agarró a una pierna, y lo arrastraron hacia el objeto. Estaba aturdido por un olor muy fuerte, y terminó por desmayarse.
Cuando volvió en sí, los objetos se habían ido y el perro saltaba a su alrededor muy excitado. Aparentemente había perdido la voz, y le costaba mantenerse de pie. Se vio obligado a andar a rastras unos 80 m hasta llegar a su furgoneta, pero, en su desesperación por marcharse de allí, se metió en un lodazal y tuvo que irse andando a casa. Cuatro horas después tenía un dolor de cabeza enorme y una sed que no desapareció en dos días.
Las investigaciones realizadas en el lugar del suceso demostraron la existencia de marcas en el suelo, que correspondían a las puntas de las esferas. Los destrozos de sus pantalones tenían una importancia especial: éstos eran de estameña azul muy resistente, pero cada una de las piernas estaba desgarrada, justo en el lugar donde los objetos esféricos le habían agarrado. Los desgarrones tenían una trayectoria ascendente, lo cual sugería que se habían producido cuando le arrastraban; la Asociación Británica para la Investigación de los Ovnis conservó los pantalones por si tenían que ser sometidos a un posterior análisis.
En cuanto al propio testigo, se le describe como un hombre honesto y responsable, no precisamente el tipo de persona que se dedica a gastar bromas. Cuando se investigaron sus circunstancias personales, se encontraron con una persona que apenas bebía alcohol, que normalmente tenía una salud buena, y que no presentaba un historial de enfermedades mentales, ni padecía dolores de cabeza ni pérdidas de conocimiento. Según el examen médico, estaba bien del oído y usaba gafas sólo para leer. Quizá con alguna reticencia, ahora cree que vio una nave extraterrestre y unos robots. Durante cierto tiempo llevó una cámara fotográfica por si volvía a encontrárselos.
Como en muchos otros casos, sigue abierta la cuestión de si esa experiencia fue real o fue algo inventado por el propio Taylor. Sin embargo, la minuciosa investigación llevada a cabo por Steuart Campbell sugiere que las huellas del suelo y la evidencia física encontrada no demuestran suficientemente el argumento de que no había ningún objeto físico presente.
Por otra parte, la investigación también sugirió que no era probable que el objeto estuviera hecho por seres humanos, puesto que no había ningún fabricante de ese tipo de objetos en las proximidades. De todas formas, es muy extraño que un objeto como ése, que volaba hacia el claro de un bosque, no hubiera llamado la atención de ningún conductor que circulara por la autopista M8, una de las más transitadas de Escocia. Aunque se produjo en un lugar muy cercano a la autopista, el encuentro en sí mismo no se podía haberse visto, puesto que los árboles tapaban el claro.
En cualquier caso, sí se hubiera visto la trayectoria del vuelo, pero no se produjo ni una declaración que corroborara el suceso. ¿Apareció el objeto en el claro de alguna otra manera, o se trató de algún fenómeno natural que no percibió Taylor?
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Pudo haber sido un vimana