Expediente 801225: OVNI a propulsión a chorro
Otro pequeño archivo desclasificado se refiere a una observación cerca del polígono de tiro que el Ejército del Aire posee en las Bárdenas Reales (Navarra), el 25 de diciembre de 1980. A las 22,05 horas, un capitán controlador de tiro del polígono viajaba en coche por la carretera Tudela-Argüedas cuando divisó un objeto volador que parecía tener un cuerpo central de gran tamaño, “con sistema de retropropulsión de mucha potencia” (sic) y a su lado, dos o tres cuerpos más pequeños volando en formación con el central. El objeto parecía volar a una altura de entre 600 y 900 metros (sic nuevamente), en un rumbo de 20º (norte-nordeste), con velocidad aproximada a la de un avión comercial. Desapareció tras las montañas y, gracias al reflejo de la luna, se apreció que había dejado una gran estela de humo mucho más amplia que la de un avión comercial.
Otro caso no identificado…en ausencia de información complementaria. Porque había un grueso dossier en mis archivos relativo a esta fecha, que puso el caso en su justa perspectiva, presentándose como un paradigma de pura deformación profesional. Aquel 25 de diciembre, un gigantesco fenómeno ardiente fue observado sobrevolar España y otros países europeos unos minutos después de las 22 horas, desplazándose de sur a norte. Su naturaleza era artificial, pero su origen terrestre.
Efectivamente, el NORAD (mando de la defensa aérea de América del norte) comunicó que fue causado por la reentrada en la atmósfera del cohete impulsor del satélite soviético Cosmos 749 (oficialmente designado 1975-62B). El centro de cálculo espacial del NORAD estimó que el cuerpo del cohete lanzador inició su desintegración (por la compresión con las moléculas del aire) cuando se encontraba en latitud 33,5º Norte y longitud 7,9º Oeste a las 22,04 horas del 25 de diciembre de 1980, viajando del suroeste al nordeste en un arco que lo llevaría sobre Portugal, España, Francia y cerca del sur de Inglaterra, naciones que recibieron asombradas el vistoso regalo espacial.
Por: Vicente-Juan Ballester Olmos
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